#28 Confianza Subversiva
Confiar en tiempos de crisis no es resignarse: es avanzar con esperanza cuando todo grita: retrocede!
A veces la fe no se ve como un canto de victoria…
Se ve como abrir el iPad sin ganas y decidir escribir igual.
Hoy es viernes. Son la 1:30 de la tarde.
Y por primera vez desde que comenzamos a publicar estos artículos… no tengo nada listo.
Lo normal es que tengamos varios textos en borrador, ideas rondando, inspiración flotando. Pero hoy, nada. Siento que no tengo nada específicamente para este momento. Esta semana no ha sido fácil: noticias pesadas, historias de amigos enfrentando redadas, deportaciones, trabajos perdidos, familias fracturadas. Y por si fuera poco, en lo personal han sido días cargados. Internamente también hay ruido. Mucho.
Estoy ahora mismo sentado frente al gimnasio, con el iPad sobre las piernas. Ni quiero escribir, ni quiero bajarme del carro para entrenar. Me siento abrumado. Cansado.
Y aunque lo mío hoy es solo falta de motivación y ruido interno, sé que muchos allá afuera están enfrentando cosas mucho más duras. Muchos que no saben si podrán volver del trabajo sin ser detenidos. Otros que se fueron a dormir sin saber si mañana podrán seguir en este país. Padres que están decidiendo entre renunciar a su trabajo o exponerse a una redada.
Y, aún en esas circunstancias extremas, la confianza sigue siendo posible… aunque cueste.
Esta no es una reflexión optimista. Es un acto de resistencia espiritual. Porque creo con todo mi corazón que en estos tiempos —llenos de incertidumbre, temor migratorio, inseguridad financiera y ansiedad emocional— confiar en Dios se ha vuelto una postura subversiva. Una rebelión santa contra el miedo.
Y esa confianza, aunque no siempre se sienta como un salto triunfal, tiene profundidad. Tiene sustancia. Tiene historia.
Hoy quiero compartirte tres verdades que han sostenido mi fe en días como este. No son fórmulas, pero sí anclas. Son principios que vienen de la Escritura, del Espíritu y de muchos días estacionado frente al gimnasio sin saber si escribir… o abandonar.
1. El Espíritu Santo va adelante (aunque a veces no lo sintamos)
Hay una parte hermosa en la historia del nacimiento de Jesús que pasa desapercibida: justo antes de que un ángel se le apareciera a José y le dijera que huya a Egipto con su familia porque Herodes quería matar al niño, los sabios de Oriente llegan con oro, incienso y mirra. Y aunque en nuestra cultura actual el incienso y la mirra no tienen tanto sentido, eran productos de alto valor en el mercado de la época.
En otras palabras, los sabios llegaron con la provisión que necesitarían para vivir en Egipto antes de que se generara el problema. La huida, la frontera, el exilio: todo eso estaba por venir. Pero Dios ya había enviado lo necesario.
Esto me voló la cabeza esta semana.
Porque muchos de nosotros sentimos que vamos tarde, que no hay recursos, que estamos reaccionando tarde a la crisis. Pero el Espíritu de Dios no improvisa. Él no llega después. Llega antes. Abre camino. Provee.
Incluso si hoy no lo ves, incluso si la única certeza que tienes es tu cansancio, ya los recursos vienen de camino y la presencia de Dios ya está en tu Egipto esperando por ti.
Y esa es una forma silenciosa de confianza. Creer que el Espíritu está trabajando aun cuando todo parece detenido. Creer que si tienes que correr, no estarás solo. Que si tienes que quedarte, Él te cubrirá.
2. La estabilidad no es el objetivo, la fidelidad sí
Nos vendieron la idea de que madurar en la fe es tener todo bajo control. Nada más lejos de la verdad.
La estabilidad puede ser una bendición, sí. Pero no es la meta final del Reino de Dios.
Si lo fuera, Jesús no habría sido un nómada predicando en aldeas mientras era perseguido. Si lo fuera, Pablo no habría escrito cartas desde la cárcel. Si lo fuera, José y María no habrían huido con un niño de meses a un país extranjero.
En realidad, la fe madura sabe moverse sin perder el centro.
Y, honestamente, eso no siempre se siente bien. A veces es vivir con una maleta lista “por si acaso.” Es no saber si vas a tener empleo la próxima semana. Es escuchar rumores y no poder hacer nada para detenerlos.
Pero incluso ahí, podemos decidir:
No vivir desde el pánico
No cargar el alma con “¿y si…?”
No edificar sobre la arena del miedo
Porque, al final, la estabilidad de este mundo es un mito. Pero la fidelidad de Dios no lo es. Y cuando todo tiembla, recordamos que la roca no es un empleo, un estatus migratorio o una cuenta de banco.
La Roca es Cristo.
3. La confianza es un verbo
Me lo repito hoy más que nunca: la confianza se demuestra en movimiento.
No es decir “confío en Dios” mientras me hundo en la ansiedad. Es dar un paso, aunque sea temblando.
Hoy ese paso para mí fue abrir el iPad y escribir. Luego será entrar al gimnasio y entrenar, aunque no tenga ganas.
Y esta tarde, tomar el tiempo para cuidar de los míos, aunque esté agotado.
Esos actos aparentemente pequeños son, en realidad, declaraciones de guerra contra la desesperanza.
Así que no subestimes el poder de tus pequeñas acciones diarias. De ese paso que nadie ve.
Pedro caminó sobre las aguas porque obedeció una sola palabra: “ven”.
Abraham salió sin mapa.
José empacó de noche.
Y tú… ¿qué puedes hacer hoy como acto de confianza activa?
No es heroísmo. Es fidelidad. Es rebelión espiritual contra la lógica del miedo.
Finalmente…
Hoy no tengo grandes revelaciones. Solo una certeza: Dios sigue siendo digno de confianza.
Aunque no lo entendamos todo. Aunque haya momentos donde no sintamos paz. Aunque estemos cansados de tener que parecer fuertes.
No te presiones a tenerlo todo resuelto. Solo da el siguiente paso.
Un paso con fe. Un paso con temor. Pero un paso.
La nube se sigue moviendo. El Espíritu sigue guiando. Y tu confianza, aunque agotada, sigue siendo una llama encendida.
Si hoy estás cansado…
si sientes que tu oración ya no suena como antes…
si solo puedes levantar una ceja mientras otros levantan las manos…
está bien.
Eso también es confianza.
Dios ve los pasos torpes, las lágrimas escondidas y los suspiros en el tráfico.
Y Él no lo desprecia.
Lo sostiene. Lo honra. Y lo usa.
“Los que confían en el Señor son como el monte Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre.” —Salmo 125:1
Hoy escribo desde mi experiencia, pero también pensando en ti que estás en transición forzada, no por elección.
Si estás enfrentando una situación migratoria incierta, una crisis económica o emocional que no pediste, este artículo es para recordarte: no estás solo.
Esta comunidad sigue siendo tu espacio. Aquí caminamos contigo.
En Dios haremos proezas,
Simón
En mi caminar con el Señor de los últimos años, he visto una perspectiva de la fe que antes no conocía o ignoraba voluntariamente, y es la de que mi fe es una necesidad y que debe ser fortalecida. Por muchos años pensé que las adversidades no formaban parte de la vida de un hijo de Dios, deliberadamente evitaba aceptar que así era, se me enseñó a que si algo no andaba bien, automáticamente era porque yo estaba fallando, pensaba que una fe madura y fuerte era como una barrera impenetrable para las dificultades, pero gracias a Papá he abierto los ojos; lo que necesitaba era ver las cosas desde la perspectiva de Dios, no la del hombre. La escritura dice que son necesarias las adversidades porque ellas ponen a prueba nuestra fe, la va refinando como el oro, el objetivo es que nuestra cuenta celestial siga creciendo y Papá siga sonriendo al ver mi actitud, pero nos resistimos a verlo así, no se trata de desear que hoy tengamos más adversidades que ayer para que el músculo de la fe se fortalezca, se trata de que si me toca enfrentar hoy alguna, hacerlo con la estrategía ganadora, confiando en que Papá está conmigo en el proceso y este no me destruirá, me hará crecer, nuestro íntimo enemigo a vencer, son las emociones (inevitables) y sentimientos. Nuestra fe para el Padre, es más valiosa que el oro más preciado y como él, debe ser refinada. Muchas bendiciones pastor, todo estará bien, Jesús está en su barca.