Estoy convencido de que una de las decisiones más difíciles en la vida no es empezar algo nuevo, sino soltar lo que ya no funciona.
No porque no sepamos que todo ha cambiado. No porque no sintamos que el peso se ha vuelto insoportable. Sino porque dejar algo que en su momento fue una bendición puede sentirse como traición.A lo largo de los años, he conocido personas atrapadas en lugares que alguna vez fueron fuentes de vida, pero que con el tiempo se convirtieron en prisiones. No necesariamente porque alguien les puso una cadena, sino porque la idea de salir les generaba más miedo que la realidad de quedarse.
A mí también me pasó.
Un día, Ruty y yo supimos que nuestro tiempo en cierto lugar había terminado (algo que ha sucedido más de una vez en mi vida). En ese momento, la lucha más grande no fue discernir si debíamos salir, sino enfrentar el miedo a lo que podría pasar después. En mi mente, dejar ese lugar, ese liderazgo y esa estructura era casi sinónimo de dejar a Dios. Ahí me di cuenta de que algo en mí no estaba bien.
Fue entonces cuando tuve acceso a una enseñanza de mi pastor David Greco, de la que tomé el título para este artículo: Debes dejar a Saúl. Algo se rompió en mí cuando escuché esta frase:
“Si quieres vivir lo que Dios tiene para ti, debes dejar a Saúl.”
Jonatán: Un Hombre Fiel en el Lugar Equivocado
Después de escuchar ese mensaje, despertó en mí una necesidad de profundizar en la vida de Jonatán, el hijo de Saúl.
Jonatán era un hombre increíblemente valiente, íntegro y con un corazón correcto. Pero también era un hombre atrapado entre dos lealtades: su padre, el rey desechado por Dios, y su mejor amigo, el hombre ungido por Dios para ser rey, David.
Jonatán sabía que David era el elegido de Dios. Lo reconoció, lo amó como a sí mismo e incluso hizo pactos con él. Pero hay un detalle en su historia que duele: nunca dejó a Saúl.
Y eso le costó la vida.
Cuando el ejército filisteo atacó, Jonatán murió en la misma batalla que su padre (1 Samuel 31). No porque Dios lo hubiera desechado, sino porque eligió permanecer en un reino que ya había sido rechazado.
Podemos hablar de pactos, de amor fraternal y de fidelidad, pero al final del día, la lealtad de Jonatán lo ató a un sistema que Dios ya no estaba respaldando.
Cuando el Lugar que Fue de Bendición Se Convierte en Prisión
Aquí es donde la historia se vuelve demasiado real.
A lo largo de mi camino, he conocido muchas personas que sufren en silencio porque se han quedado en lugares que ya no los edifican. No porque no vean lo que está pasando, sino porque sienten que salir sería igual a fallarle a Dios.
Muchas veces, en ciertos espacios de fe, se nos enseña que obedecer a un líder es obedecer a Dios, y, por oposición, se nos infiere que cuestionar lo que sucede dentro de una estructura de liderazgo equivale a una rebelión contra Dios mismo.
Y aunque la Biblia habla de honra y sujeción—algo que creo y practico—también deja claro que nuestra obediencia final es al Señor, no a una estructura o a una personalidad.
Pero el miedo es poderoso.
El miedo a la incertidumbre.
El miedo a ser juzgado.
El miedo a que Dios no nos respalde si nos vamos.
El escritor de Hebreos dice algo que constantemente resuena en mi cabeza:
“…por temor a la muerte, vivieron como esclavos toda la vida.” (Hebreos 2:15)
No siempre se trata de una muerte literal. A veces es el miedo a la muerte ministerial, a la muerte social, a la muerte de un sistema que nos ha sostenido por años.
Pero aquí está la verdad que me liberó:
Dios nunca nos ata a una estructura. Dios nunca nos ata a una geografía. Nos ata a Su propósito.
Y cuando la nube se mueve, nuestra lealtad debe ser a Su presencia, no a una institución.
¿Cómo Saber si es Tiempo de Dejar a Saúl?
Todos enfrentamos encrucijadas como estas a lo largo de la vida. Puede ser un trabajo, una relación, un lugar donde vivir, una postura política o, como fue en mi caso, una relación ministerial.
Después de pensarlo, aquí hay tres preguntas que me ayudaron a discernir el tiempo de soltar:
✅ ¿Estoy aquí por convicción o por miedo?
Dios nunca usa el miedo como herramienta de dirección. Si lo único que me mantiene es el temor a lo que pueda pasar, probablemente ya sea hora de salir.
✅ ¿Dios sigue respaldando este lugar en mi vida?
Quiero ser enfático con algo: muchas veces Dios nos mueve de lugares que no son necesariamente malos. En muchas ocasiones, esos lugares simplemente dejaron de ser buenos para mí. No todo lo que Dios usó para bendecirme en el pasado sigue siendo parte de Su plan para el presente. Israel tuvo maná en el desierto, pero cuando entró a la Tierra Prometida, el maná cesó.
✅ ¿Qué pierdo si me quedo?
Jonatán tenía un lugar asegurado en el reinado de David. Pudo haber sido parte del futuro, pero se quedó en el pasado. No cometamos el mismo error.
La Llamada a Seguir a Dios
Cuando finalmente salí, no voy a mentir: fue difícil. Hubo noches de mucha ansiedad donde el miedo me susurró al oído todas las razones por las que había cometido un error.
Pero también hubo momentos de gracia, donde entendí que Dios no nos llama a lugares, nos llama a propósitos.
David terminó gobernando Israel, pero Jonatán no estuvo allí para verlo. Su historia me recuerda que hay decisiones que no podemos postergar. Hay transiciones que Dios ya ha ordenado. Y hay lugares que, aunque nos dieron identidad en el pasado, ya no pueden ser nuestro hogar en el presente.
Todo esto me hace pensar en el paralítico del estanque de Betesda (Juan 5). Aquel hombre llevaba 38 años en el mismo lugar, esperando que algo externo lo moviera. No tenía problemas para pensar, razonar o hablar. Su mente estaba activa, pero sus pies no se movían.
Jesús no le dio explicaciones teológicas ni debatió sobre la injusticia de su situación. Solo le dijo:
“Levántate, toma tu camilla y anda.”
No tienes idea de cuántas veces me he sentido así. Viendo la necesidad de moverme, entendiendo que no puedo seguir en el mismo sitio, pero de alguna manera esperando que algo me empuje.
Quizá hoy Dios nos está diciendo lo mismo:
Levántate y anda… LEVANTATE Y ANDA!
Porque Saúl ya no es tu rey.
Y el futuro que Dios tiene para ti no está en el pasado.
En Dios haremos proezas,
Simón.