#21 COHERENCIA (más que reputación)
Porque la reputación se puede editar... pero el testimonio solo se escribe con la vida.
Entre la imagen y la verdad
Somos parte de una generación que aprendió a hablar el lenguaje de la fe, pero a vivir el lenguaje de la tradición.El lenguaje de la fe es el de la confianza, del riesgo, de caminar sobre lo que aún no se ve.El de la tradición, en cambio, se basa en la costumbre, en repetir fórmulas sin convicción, en mantener apariencias sin transformación real.El desafío de este tiempo es simple y brutal: transicionar de la tradición vivida a la fe vivida.
Esta semana, en una conversación en casa con amigos, terminamos hablando de algo que está por todos lados: la obsesión con la imagen.Y no solo la reputación "real" que proyectamos a otros, sino esa imagen digital que parece definirlo todo.
Alguna vez un político dijo: “Más importante que ser honesto es parecerlo.”Creo que sin querer, eso se volvió la norma cultural.Podemos viralizarnos con una frase inspiradora mientras nuestras vidas van en dirección contraria.Podemos recibir aplausos en redes y vivir con el alma en silencio.
Ya sabes... la foto en el gym (de la única vez que fuimos en el mes), el outfit, el viaje, la comida.La sonrisa forzada para que todo luzca feliz y funcional.Todo para construir una marca personal sólida.Hay quienes lo dicen abiertamente: "fake it until you make it" (aparéntalo hasta que lo logres).
Y ojo: no estoy en contra de las redes.Creo que se pueden usar con intención y autenticidad.Pero también creo que hay una forma de vivir que no depende de proyectar una versión idealizada de nosotros mismos.Cuando decidimos mostrarnos tal cual somos, con nuestros avances y dudas, cuando compartimos en redes no solo los logros sino también los procesos.Es hablar con sinceridad de nuestras luchas espirituales o de nuestro cansancio, sin miedo a no encajar en la narrativa perfecta.Porque esa autenticidad, aunque menos brillante, suele ser más poderosa.No se trata solo de la imagen, sino de la narrativa que editamos sobre nosotros mismos.Una forma de inspirar no desde el diseño, sino desde la verdad.
El problema es cuando espiritualizamos la imagen.Cuando le llamamos "testimonio" a lo que en realidad es solo buena reputación.Cuando nos obsesionamos con "cuidar el testimonio" refiriéndonos más bien al cuidado de nuestra reputación, como si de eso dependiera nuestra salvación.
Testimonio no es lo que dicen de ti. Es lo que tu vida demuestra.
En Hebreos 11, la Biblia dice que los héroes de la fe "alcanzaron buen testimonio".No por lo que decían, ni por la imagen que daban.Sino por lo que vivieron.
La palabra griega usada allí es martys.La misma que Jesús usa en Hechos 1:8: "Y serán mis testigos..."No es una invitación a predicar.Es un llamado a vivir de forma tan coherente, que nuestras vida sean prueba de que Él vive. En otras palabras, que nosotros seamos el mensaje.
De ahí viene la palabra mártir.Porque hay testimonios que no solo se dan con la boca...se dan con la sangre.
Cuando proteger la imagen se vuelve una trampa
Esa conversación me dejó pensando en cuántas veces he confundido el "testimonio" con la reputación.Cuántas veces he callado para no comprometer mi posición cuando debí hablar.También he hablado para defenderme cuando debí callar, como aquella vez que sentí la necesidad de explicar mis decisiones ante rumores, cuando lo correcto habría sido guardar reposo y confiar en que Dios hablaría por mí.
Y cuántas veces he hecho cosas para verme bien, más que para estar bien.
Obedecer a Dios tiene un costo.Y muchas veces, ese costo es tu reputación.María lo supo cuando quedó embarazada siendo virgen.David lo supo cuando danzó como loco y fue burlado por su esposa.Jesús lo supo cuando fue acusado de ser todo lo contrario a lo que realmente era.
Pero ninguno de ellos se defendió. Tampoco se detuvieron.
La coherencia es eso:Seguir caminando, aunque la imagen pública se venga abajo.Porque al final, lo que cuenta no es lo que digan de ti, sino lo que eres delante de Dios.
Cuando la imagen pesa más que la verdad
Unos meses después de comenzar en el ministerio, un pastor mayor me dijo que necesitaba una "postura ministerial".Todavía me sonrío cuando lo recuerdo.Pero más allá de la forma, lo que quería decir era que ahora tenía que "parecer ungido".Hablar, vestir y actuar de cierta forma.
Durante un tiempo lo intenté.Creí que mi mayor responsabilidad era cuidar el testimonio.Pero no vi lo fácil que era confundir eso con proteger mi reputación.Empecé a medir mis decisiones más por la opinión pública que por la fidelidad a Dios.
Y no hablo de pecado oculto.Hablo de lo cotidiano: decisiones pequeñas que definen grandes cosas.Porque muchas veces, obedecer a Dios significa incomodarse.Y optar por la verdad no siempre es lo más conveniente.Pero en ese cruce entre obediencia incómoda y conveniencia cómoda,se revela quiénes somos realmente.
Algún tiempo después, cuando entendimos eso, y decidimos comenzar a expresar nuestra dependencia de Dios con nuestras propias vidas, nos comenzamos a volver incómodos en espacios donde se valoraba más el discurso y la imagen que la verdad.
Cuando la imagen pesa más que la verdad, perdemos algo sagrado:la coherencia.
No es discurso, es evidencia
Testimonio no es discurso. Es evidencia.
La raíz martys no es espectador ni comentarista.Es testigo.Y el testigo no es quien repite lo que escuchó.Es quien lo vivió.
Jesús lo dijo a un maestro de la ley:"Hablamos lo que sabemos, pero testificamos de lo que hemos vivido."
La fe real se prueba cuando cuesta algo.Cuando por coherencia debes soltar un espacio.Callar ante rumores.Cargar etiquetas injustas.
A veces lo he hecho bien. Otras no tanto.Pero en cada paso de coherencia, he sentido algo claro:la mirada de Dios más de cerca.
Cuando tus pasos predican más que tus palabras
Hay sermones que no necesitan micrófono.
El del que permanece cuando nadie lo ve.El del que pide perdón aunque no fue el culpable.El del que ama sin aplausos, sirve sin audiencia, y elige callar sin resentimiento.
Esa coherencia es rara.No brilla.Pero transforma.
Es el eco de Jesús caminando en silencio hacia la cruz.Sin justificarse.Sin acusar.Solo diciendo: "Padre, perdónalos."
Coherencia no es perfección. Es integridad.
Es vivir de tal forma que, aunque no seamos virales, nuestro caminar deje huella.Una vida que predica aunque no hable,que respira verdad en cada paso cotidiano.
Se le atribuye a San Francisco de Asís una frase que, aunque discutida históricamente, encierra una verdad que me desafía cada día: “Predica el evangelio en todo momento; y si es necesario, usa palabras.”
Hagámonos una pregunta para seguir caminando…
Porque detrás de muchas decisiones que tomamos para “cuidar el testimonio”, se esconde algo más profundo: la necesidad de ser aceptados.Queremos que nos vean bien, sí… pero más que eso, queremos que nos abracen, que nos validen, que nos aprueben.Y cuando esa necesidad se vuelve el filtro de nuestras acciones, no solo afecta lo que mostramos: también empieza a definir quiénes creemos que somos.
De eso hablaremos la próxima semana.Porque hay algo que es clave en la búsqueda de coherencia:vivir libres de la necesidad constante de aprobación.¿Y si dicen que no? ¿Y si no hay aplausos ni validación externa?¿Eso cambiaría nuestro entendimiento de que somos aceptados?
¿Estamos cuidando la reputación o el testimonio?
Porque la reputación se puede editar.Pero el testimonio...ese solo se escribe con la vida.
Porque testimonio no es lo que decimos de Dios...
sino lo que nuestra vida dice cuando nadie nos está mirando.
En Dios haremos proezas,
SIMÓN.