Hay palabras que cierran ciclos. Otras que los abren.
Pero hay algunas que hacen ambas cosas a la vez.
Hay una frase que detuvo el tiempo, quebró el velo, selló la deuda y abrió un nuevo camino:
CONSUMADO ES.
No fue un grito de rendición, fue una declaración de cumplimiento.
No fue una despedida, fue una entrega.
No fue el fin, fue el principio.
Todo comenzó con una orden
Hace unos días estaba conversando con unos amigos sobre cómo explicar, de forma sencilla, lo que significa el evangelio. Aunque suene poco convencional, déjame contarte algo que me hizo entenderlo mejor.
En alguna ocasión, mientras hacía una fila en McDonald’s, me di cuenta de algo curioso. Tú llegas, haces tu pedido, pagas y te entregan un ticket que contiene tu orden. Aún no tienes la comida, pero ese papelito en tu mano es la garantía de que lo que pediste ya está en camino. El sistema ya lo recibió, el pago está hecho, y aunque todavía no lo ves, ya es tuyo, y te emocionas porque sabes que lo tuyo viene.
Eso se parece mucho a lo que hizo Dios con nosotros:
• En el cielo, Dios ordenó algo sobre nuestras vidas y nos bendijo desde el principio.
• En la cruz, Jesús pagó por completo nuestra redención.
• En nuestro corazón, recibimos al Espíritu Santo, que es la garantía (el ticket) que nos asegura que todo lo que Dios pidió para nosotros llegará.
• Ahora nosotros vivimos con la expectativa de que veremos todo lo que ya fue pagado para nosotros.
Efesios 1 dice que fuimos bendecidos antes de la fundación del mundo, que fuimos escogidos, amados y adoptados como hijos.
Esa fue la orden.
Pero el pecado nos dejó cortos. Nos alejó de Dios y produjo en nosotros muerte espiritual. Quedamos con una deuda imposible de pagar.
Hasta que llegó Jesús.
Y en el punto de venta más costoso de la historia —una cruz en el Calvario— se pronunció una sola palabra:
Tetelestai (la palabra que se traduce al español como “Consumado es”).
¿Qué significa “Tetelestai”?
Es una palabra griega escrita en tiempo perfecto.
Traduce: Ha sido hecho. Pagado por completo. Nada falta.
No es una promesa de que se hará. Es una declaración de que ya está hecho.
Mientras meditaba y estudiaba al respecto, me encontré con una serie de usos cotidianos que se le daba a esta palabra que me ayudaron a comprender mejor su significado. Estos usos reflejan la profundidad del significado que Jesús le dio en la cruz. No fue solo una palabra antigua, fue una declaración eterna. Y cuanto más la exploraba, más descubría que esta palabra contenía dimensiones que tocaban todas las áreas de la vida: justicia, belleza, sacrificio, victoria. En el mundo antiguo, esa palabra se usaba, por ejemplo:
• En el comercio: cuando alguien pagaba una deuda, se escribía “Tetelestai” en el recibo. Está totalmente pagado.
• En el templo: cuando el sacerdote revisaba los animales traídos para sacrificio y estos cumplían con los requisitos que los hacían aceptos, aprobaba el sacrificio y declaraba su aceptación diciendo “Tetelestai”. Es suficiente.
• En el arte: cuando un escultor terminaba su obra y después de muchos retoques y revisiones sentía que no le faltaba ningún detalle, decía “Tetelestai”. No falta nada.
• En la guerra: cuando la batalla estaba ganada, el general gritaba “Tetelestai”. Se acabó el conflicto, ahora toca recoger el botín.
Jesús usó esa palabra para gritar lo que nadie entendía en ese momento. Parecía un momento de derrota, pero ese grito, incomprendido por todos, rompía siglos de separación, de deuda y de sacrificios interminables. Por eso, cuando Jesús gritó “Consumado es”, también estaba diciendo: “Ya está totalmente pago”.
“Nada más se necesita. Yo lo hice todo. La deuda fue saldada. La justicia fue satisfecha. La salvación está asegurada.”
¿Y esto… qué significa para nosotros?
Significa que no tenemos que esforzarnos para ganar el amor de Dios… somos amados, y ese amor que no nos exige ser ganado, es el mismo amor que nos inspira a vivir diferente.
Significa que no estamos esperando ser bendecidos; ya lo somos.
Significa que no tenemos que convencer a Dios de ayudarnos. Él ya lo hizo.
Significa que nuestra historia no depende de nuestros méritos, sino de Jesús y de su obra en una cruz donde gritó que todo fue pagado.
Porque en Cristo, somos aceptados.
En Cristo, nada nos falta.
En Cristo, no hay condenación.
En Cristo, la última palabra no es nuestro pasado. Es su gracia.
Una verdad que libera
Nos han enseñado a rendir cuentas. A pagar lo que debemos. A dar la talla… y eso está bien.
Pero el Evangelio comienza donde tu esfuerzo termina. Porque lo que recibimos de Dios no hay manera de que podamos pagarlo con nuestras fuerzas. Intentar hacerlo solo nos trae frustración, condenación e insuficiencia. Por eso no fuimos llamados a pagar con obras nuestra salvación, sino a vivir por gracia.
Y la gracia no nos relaja, nos transforma. No trabajamos para ser salvos, trabajamos porque ya lo somos. La gracia no elimina la acción, la redirige.
Porque cuando entendemos que ya no estamos bajo deuda, ya no caminamos por temor a fallar, sino con la certeza de ser amados. Vivimos no desde la presión, sino desde la paz.
Caminamos por amor.
Y vivimos no para ser hijos, sino porque ya lo somos. Y eso cambia no solo cómo nos relacionamos con Dios los domingos, sino también cómo vivimos nuestro lunes.
Viernes Santo…
Este no es un día solo para recordar un sacrificio sangriento.
Es un día para declarar que la deuda fue pagada.
Que la bendición ya fue ordenada.
Y que el ticket está en tu mano.
La historia no terminó en la cruz.
Pero la deuda sí.
En Dios haremos proezas,
SIMÓN